
Cuento corto #8
eneAmigo
Esperaba que la leyenda fuera cierta: quien le realizara una petición de todo corazón y en voz alta al árbol de los deseos que estaba en el patio de la escuela, recibiría lo que había pedido.
—Hola árbol, soy Nico. Es la primera vez que hago esto. Por favor, te pido que me ayudes. Sé que muchas veces hago travesuras… pero quiero pedirte, de todo corazón, que me envíes un amigo. Quiero tener y mantener un amigo. Solamente uno… por favor, árbol, es lo que más deseo… —dijo Nicolás, con lágrimas en los ojos.
Era de los que siempre llegaban tarde a la escuela, pero ese día (primer día de clases del ciclo 2022), puso su alarma para que lo despertara antes del amanecer, desayunó rápido y fue corriendo hasta el cole. El portero, al que llamaban cariñosamente Don Ott, se sorprendió de verlo tan temprano, aunque lo dejó pasar con un gesto amistoso. Nico no quería que otros compañeros lo vieran, mucho menos que escuchasen su deseo.
Nico no era malo… pero a veces sus acciones no eran buenas. En general, ese tipo de actos los hacía cuando había gente a su alrededor. ¡Casi siempre sin darse cuenta! Pasaba alguien por detrás de él, y su cuerpo, como de manera automática, buscaba hacerle una zancadilla a esa persona. También, soplaba las velas de la torta al cumpleañero, antes de que terminaran de cantar el “feliz cumpleaños”, ganándose el abucheo de todos. Incluso, ante la rara ocasi ón de que alguien le confiara un secreto, en el caso de que Nico necesitara salir de una situación problemática, era capaz de traicionar a su confidente y difundir el secreto para distraer a todos y escaparse de sus inconvenientes.
Nico no quería comportarse así, pero lo hacía. No sabía bien por qué, era como una necesidad de que los demás notaran su presencia, una ansiedad interna que no se calmaba.
Cuando sonó el timbre avisando el comienzo del nuevo año lectivo, todos hicieron una fila. Ya en su sitio, el muchacho se percató de que tenía en su curso a una nueva compañera. Sus compañeros lo miraron y la miraron a ella, dando a entender que esperaban que Nico le practicara un “bautismo de bienvenida”. Básicamente era que le hiciera a la recién llegada alguna broma, esas que solía hacer él. Esa atención, si bien no era el tipo de atención que a Nico le gustaba, le daba una sensación interna de importancia, por lo que se puso a planear la broma de recepción a su más reciente compañera.
Para su sorpresa, la nueva alumna se sentó a un banco de distancia.
«Vamos a arrancar con un clásico», pensó el joven. Cuando la maestra llamó a la muchacha, y ella se dirigió al pizarrón, Nico se abalanzó sobre la cartuchera de la recién llegada. La docente, mientras tanto, presentó a todo el curso a Micaela, que no solo recién ingresaba en la escuela, sino que también era nueva en el pueblo. Nico, siguiendo con su plan, abrió la cartuchera y metió la mano dentro, buscando la pluma de Micaela. La cartuchera estaba vacía de útiles, pero tenía tinta fresca en su interior. La mano del joven quedó totalmente manchada. Sorprendido, levantó la vista y miró su mano: sus compañeros se reían de él. La maestra, advertida por las risas, lo miró y le dijo que fuese a lavarse al baño y que no volviera a tocar los útiles ajenos o, si no, comenzaría el primer día de clases con amonestaciones. Micaela ignoró la situación, pero se la veía con una disimulada sonrisa.
Luego, en el recreo, Nico volvió al ataque. Escondido en el salón, escribió en un papel “Soy muy torpe, discúlpenme”. Preparó el cartel improvisado con cinta adhesiva, para que quedara pegado en la ropa de su víctima. Su plan era acercarse a Micaela por detrás, como para pedirle perdón por su accionar anterior… y cuando le tocase la espalda a la muchacha para llamarla y hablarle, le dejaría el cartel pegado en el abrigo para que todos se rieran. Se acercó a la joven adolescente por detrás y, estando a pocos centímetros de ejecutar su venganza, ya con el cartelito en la mano, uno de sus compañeros se acercó a él y le dijo: “Te disculpo”. Luego se fue, ocultando la risa. Otros compañeros también le gritaron cosas parecidas y finalizaron sus palabras con risas burlonas.
Confundido, pero veloz, Nico se quitó su abrigo: en su espalda tenía pegado un cartel “Soy un sinvergüenza, discúlpenme”. Se paralizó por un instante. Miró a Micaela, ella le devolvía la mirada con una expresión de desinterés.
Derrotado, el muchacho huyó al baño, se encerró por un momento ahí y pensó: «esta chica está siempre un paso adelante de mí, pero la tercera es la vencida».
Él sabía cómo sería el primer día de la clase con Noelia, la profesora de geografía. La profe haría pasar a un estudiante. Si había un alumno nuevo, ese sería el elegido, y en frente del curso, con el libro de la asignatura en la mano, ese estudiante leería la frase que a la profe tanto le gustaba oír: “Hay un paisaje eterno, una geografía del alma”. «Exactamente ese será el momento de dar el golpe», se dijo Nico, convencido. Esperó pacientemente a que el celador tocara la campana para salir al segundo recreo y, una vez que todos estaban fuera del salón, procedió: metió una cucaracha y una araña de plástico en el libro de geografía de Micaela, exactamente en la página de la frase. Cuando la muchacha abriera el libro en la página solicitada por la profe, Mica se asustaría y todos se reirían de ella.
Vale aclarar que el travieso muchacho siempre llevaba varios insectos de plástico en su mochila, ante cualquier necesidad de una broma rápida.
Al volver al aula, comenzó la clase, y la profe estaba a punto de dar su clásico discurso de bienvenida. Llamó a Micaela para que pasara al frente. La joven, con su libro en mano, siguió las indicaciones de la docente. Nico ya estaba saboreando su victoria cuando vio que Micaela leía la frase sin problemas, era felicitada por la docente, cerraba el libro e iba a sentarse.
Confundido con la situación, el muchacho buscó su carpeta tras la orden de la profesora. Aún mareado, abrió la carpeta y, al ver un escorpión entre sus hojas, emitió un agudo grito de terror. Dos segundos después, se dio cuenta de que el insecto era de plástico. Tres segundos después, se dio cuenta de que todos se estaban riendo de él, incluida Micaela. La profesora ordenó silencio con tono severo.
Nico no volvió a hablar en todo el día escolar. Regresó a su casa y aún allí permaneció en silencio.
«Así que esto se siente cuando te molestan…», se dijo para sí. «Probé “de mi propia medicina” y no me gustó: es una medicina amarga que no cura nada. Es más parecida a un veneno que a un remedio».
Durante los siguientes días, el comportamiento de Nico en la escuela fue insólito. Tanto profesores como compañeros no podían evitar sorprenderse al verlo callado y cabizbajo. Estaba ensimismado, pensativo, como acostumbrándose a una serie de nuevas emociones que nunca había sentido.
El viernes de esa misma semana, antes de formar la fila para entrar al aula, después de una noche en la que casi no logró dormir, el muchacho se acercó a hablar con Mica.
—Hola, Mica… quiero decirte que… ganaste. Lo intenté y en cada oportunidad me superaste. Yo perdí.
Mica lo miró y le respondió.
—Hola, Nico. Creo que lo que decís no tiene sentido — estas palabras asombraron muchísimo al muchacho. Esperaba una demostración de superioridad por parte de quien él consideraba su rival, pero en vez de palabras duras y despectivas, recibió palabras sinceras. —Para mí, en la guerra por molestarse no hay ganadores. Todos perdemos.
Tras estas grandes palabras, Nico bajó la cabeza y se sintió aún más confundido que antes. Cuando iba a darse vuelta para finalmente ir a formar la fila, recibió un ofrecimiento inesperado.
—Si querés, podemos ser amigos. — Esas palabras sorprendieron tanto a Mica, que las pronunció, como a Nico, que las recibió.
—¿En serio?
—Sí, ¿por qué no? Siento que compartimos muchas cosas. Sobre todo, una muy importante: sabemos lo que es hacer bullying, y también haberlo recibido.
Nico estaba feliz, era la primera vez que alguien le ofrecía su amistad de forma honesta. «¡El árbol mágico del patio del colegio sí funciona!», se dijo a sí mismo, emocionado y agradecido.
Desde ese momento, los dos se convirtieron en amigos inseparables y aprendieron muchas cosas juntos.
Fin
Epílogo…
Primer día de clases del ciclo 2022 por la mañana.
Una muchacha llega muy temprano al colegio. Es tan temprano que el patio está vacío.
Desde que escuchó el rumor de ese árbol especial que cumplía los deseos, era lo único en lo que podía pensar.
La joven llega al árbol, revisa que nadie esté cerca, se acerca al tronco y le dice:
—Hola árbol, soy nueva en este pueblo. Mis padres se mudaron por mí, porque en el pueblo que vivía antes me echaron de la escuela por mal comportamiento. Yo sé que hago lío bastante seguido, pero es que a veces me siento sola y todo me molesta. Te pido por favor, con todo mi corazón, quiero tener un amigo, alguien con quien compartir, alguien que me entienda. Me gustaría… —Mica frenó su confesión. Escuchó que alguien hablaba con el portero y se dirigía hacia donde estaba ella. Se escondió detrás del árbol, esperando que esta persona que recién había ingresado se fuera, así ella podía terminar de plantear su deseo, cuando de repente escucha:
—Hola árbol, soy Nico…
¡Fin real!