
Cuento corto #11
Sabe la piedra
Sabe la piedra que está siendo lanzada, sabe cuál es su trayectoria y, sin embargo, desconoce su destino.
Sabe la piedra de las herramientas que se utilizaron para individualizarla en lo que ellos llaman cantera; sabe que antes era llamada montaña y ahora le dicen piedra, aunque ella nunca dejó de ser montaña.
Sabe la piedra que el calor de la mano que la lanzó se contrasta con el frío del viaje; el objetivo que impacte es de quien la arroja, no es el objetivo de la piedra. Sabe que es posible un destino cálido, pero ella no aprueba sentir calor a cualquier costo. Antes que abrigarse con la sangre de un ser vivo, prefiere sentir el fresco de la tranquilidad del espíritu.
Sabe la piedra que a diferencia de otros seres cuyos movimientos surgen voluntariamente desde el interior, sus actos los dicta el entorno, haciendo que su historia esté llena de sorpresas: recuerda con cariño aquella vez que estuvo dando vueltas por la ruta cuando se cayó del acoplado de un camión; o esas entretenidas tardes de verano que la hicieron pasear por la superficie de la laguna haciendo “sapito”. También valora la temporada que pasó honrando la memoria de un muerto en su tumba como piedra de recordación.
Ella sabe que aunque sea resistente exteriormente, su fragilidad está en su interior. Y que aunque digan que las piedras son duras, no considera eso cierto: «lo duro no es la piedra, sino el golpe», se recuerda. Y aunque su hogar a veces es el suelo, ella no merece ser pateada.
Entiende perfectamente que por el hecho de existir, puede ser considerada una herramienta. Puede causar daño si la utilizan erróneamente o puede crear maravillas en las manos correctas.
Sabe la piedra que todo esto es así, y, aunque a veces crea que no puede hacer mucho al respecto,ella sabe que su actitud frente a lo que vive y siente, de alguna forma moldea su destino. Ella sabe que es piedra, es montaña, es continente, es mundo y también… que es una partecita importante de algo mucho más grande.