
Cuento corto #17
El paso
Si bien ya había imaginado miles de veces qué iba a hacer, y en mi cabeza estaba todo planeado, ahora, en el momento de la verdad, las dudas vuelven a surgir. ¿Qué hago? ¿Es un buen momento para cambiar de parecer?.
Viene a mi mente la cara del anciano que custodia la entrada de esta zona. Es la primera vez que lo veo tan de cerca. Su mirada tenía una calidez y, sin embargo, sus ojos parecían encendidos con la chispa de un fuego que nunca antes había visto. ¿Será cierta la leyenda aldeana de que él es uno de los que han “vuelto”? ¿Cómo saberlo? Si desde siempre tenemos prohibido hablarle a él y a los otros. Al observarlo, me di cuenta de que no hubiera cambiado mucho la situación si le hubiese preguntado antes… parece de esos que no emiten palabra.
En la aldea todos tienen algo que decir sobre este lugar, pero todo lo que se escucha son teorías o conjeturas, ya que no hay nadie quien las confirme. “Hay un puente que te lleva hacia los Dioses”, dicen algunos. “Caes en un vacío eterno”. “Te elevas hasta el sol”. “La muerte vive ahí abajo, y te recibe cuando llegas” son varias de las frases que están de moda. Los más mundanos pregonan “el piso está a un metro” o “hay solo una laguna abajo”. También “hay una red, es solo una broma”. Lo cierto es que nadie sabe.
En la aldea, al llegar a lo que llamamos “segunda adultez”, una vez en la vida uno puede adentrarse en ese lugar y, en palabras de los guardianes de la zona, “encontrarse”. Esas son todas las pistas que nos dan. No otorgan ni descripciones, ni detalles, ni hay promesas, ni garantías. Y no se permiten segundas oportunidades. Toda la mística relacionada a este evento lo convierte en algo muy hablado pero prácticamente desconocido, ya que la gran mayoría de los aldeanos no toman la “prueba”. La zona prohibida es respetada por todos, incluso por otras aldeas, y es accedida y custodiada sólo por el grupo de los Tres Venerables Ancianos y Ancianas, cuyos miembros se eligen internamente, generación tras generación.
Si cuidan con tanto recelo esta zona, ¿será porque debe haber algo… o no? ¿Será que es un espacio donde se deshacen de los curiosos? ¿O un paraíso terrenal que solo habitan los más valientes y osados? ¿O una broma de mal gusto con heridas fatales?
Los nervios provocados por lo desconocido se apoderan de mí. Noto que mi tiempo para decidirme se está acabando, de alguna manera lo puedo sentir en el aire, ese aire que me impide ver, pero no por eso me impide sentir.
Cierro los ojos e inhalo profundamente, permitiendo que esa densa niebla que me rodea llegue a mi interior. Sintiéndome uno con el entorno, aparece una gran claridad mental y no puedo evitar reírme de lo parlanchina que está mi mente. Enciendo mi brújula interior y, con una sonrisa en los labios, doy un paso hacia adelante…